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Píldoras de Psicología, Bebés de alta demanda: ¿tienes uno de ellos?

Bebés de alta demanda: ¿tienes uno de ellos?

Son bebés intensos, hiperactivos, agotadores,

que comen frecuentemente, demandantes, que se despiertan frecuentemente, insatisfechos,

impredecibles, súper-sensibles, que no se les puede soltar, que no se saben calmar solos,

sensibles a la separación… Hoy vamos a detenernos un poco en este concepto de los

bebés de Alta demanda.

¿De donde viene este término? En los años 50 y 60 algunos trabajos de investigación

determinaron que alrededor del 10% de los bebés tenían lo que se llamó un “temperamento

difícil”, otras veces se hablaba también de bebés llorones, quisquillosos, irritables...

Años después (1996) el Dr. William Sears (conocido por ser el padre de lo que se conoce

como “crianza con apego”) propuso un término más amable para referirse a estos niños,

a los que llamó bebés de AD. Él propuso una serie de características que son las

que actualmente se suelen citar para describir a estos niños.

Hace poco preguntamos acerca de esto en FB. Hicimos una encuesta a la que respondieron

3200 familias, de las cuales el 53% consideraron que tenían algún bebé de AD.

El caso es que lo que en principio se supone que se tenía que aplicar a casos más o menos

extremos (recordemos que en principio se refiere al 10% más demandante de todos los niños)

parece que ahora se tiende a aplicar a demasiados bebés. Bebés que son quizá, algo más demandantes

que el bebé “promedio” o “ideal”, de ahí el 53% de nuestra humilde encuesta

(ya sé que la muestra puede estar sesgada, no ser representativa, que no es un trabajo

científico y que se le pueden sacar muchos peros; pero también es verdad que no la han

contestado unos pocos conocidos, sino 3.200 personas). Además, también es destacable

que desde que teníamos unas 500 respuestas los resultados se mantuvieron sin apenas cambios

en este 53%.

Ante estos resultados podríamos preguntarnos… No serán los estos “bebés de AD” simplemente

bebés “normales”?, ¿no tendría más sentido hablar si acaso de los bebés de BD?

Porque en realidad los bebés son por naturaleza demandantes y lo que debería llamarnos la

atención es ese bebé tranquilito, que se conforma con la cuna o con el carro, que duerme

muchas horas seguidas y que cuando se despierta come y rápido vuelve a coger el sueño…

Estos bebés también existen, sin duda, pero son menos frecuentes porque desde el punto

de vista evolutivo, estos bebés estarían vendidos si no consiguen retener bien cerquita

a su madre siempre pendiente de ellos. Por eso, en la mayoría de las culturas, las madres

han ideado sistemas para llevar a sus hijos encima mediante pañuelos de diferentes tipos,

lo que ahora llamamos porteo.

La realidad es que siempre han existido bebés más tranquilos o de temperamento más fácil,

y bebés más demandantes o de temperamento más difícil. Pero quizá esta gran cantidad

de bebés de AD no se trate tanto de un fenómeno excepcional entre los bebés sino que sea

más bien algo relacionado con las expectativas que tenemos (o que nos han vendido) sobre

cómo deberían ser los bebés. El problema muchas veces, más que lo que

hace el bebé, son los mensajes que reciben los padres. Los padres de estos niños tienen

que escuchar demasiadas veces que es culpa suya el que el bebé reclame tanto, que lo

están malacostumbrando, o incluso que están fabricando un “pequeño tirano” (sí,

por increíble que parezca, aunque se trate de bebés de pocos meses, podemos escuchar

comentarios de este estilo). La realidad suele ser más bien que los padres reaccionamos

a las demandas de los bebés, sobre todo cuando no nos han hecho creer historias del tipo

que “llorar es bueno para que se ensanchen los pulmones” o que “no es bueno cogerlos

en brazos”. Si te ha tocado un bebé tranquilo de los que duermen mucho y demandan poco,

que también los hay, felicidades pero no suele ser lo más frecuente.

El caso es que recientemente en occidente se nos ha ocurrido que es una buena idea el

dejar a los bebés solos en sus cunas, en sus habitaciones, en sus carros, con sus biberones

y pensamos que “lo normal” sería que los bebés se acostumbraran rápido a estas

circunstancias. La cuestión es que estos cambios venían de la mano de unas pautas

claras en cuanto a la alimentación (5 o 10 minutos de cada pecho, cada 3 horas), sueño

(el bebé debe dormirse solo en su propia cuna, y a los pocos meses en su propia habitación)

y hasta de relación (hay que dejarles llorar, no hay que cogerles en brazos). Los bebés,

que no son tontos, en estas circunstancias llorarán lo que tengan que llorar, pero llegará

un momento en que si su llanto no es atendido, dejarán de hacerlo. Pero hoy en día, como

la mayoría de padres tienen claro que no quieren dejar llorar a sus hijos hasta el

agotamiento, resulta que muchos de estos niños reclaman (demandan) lo que quieren: brazos,

teta, atención de sus padres… Es obvio que cuando comparamos dos niños,

siempre habrá uno que será el más alto y otro el más bajo, uno el más gordo y otro

el más delgado, uno el más demandante y otro el menos demandante. Como actualmente,

en nuestro contexto tenemos pocos hijos (y pocos sobrinos y demás niños a nuestro alrededor),

suele ocurrir que comparamos entre estos pocos casos, y al que demanda un poco más que el

resto le colgamos el cartel de AD (que además suele ser para cada uno su propio hijo, no

lo vemos tan claro en el hijo del vecino). Más de una vez he escuchado que una familia

pensaba que tenía un bebé de AD, hasta que tuvo al segundo hijo y entonces “se dieron

cuenta” de que el bebé de AD no era el primero sino el segundo.

Y es que La definición de AD es lo suficientemente amplia para que muchos padres se sientan identificados

con ella. Ya lo decíamos antes: bebé intenso, hiperactivo, agotador, que come frecuentemente,

demandante, que se despierta frecuentemente, insatisfecho, impredecible, súper-sensible,

que no se le puede soltar, que no se sabe calmar él solo, sensible a la separación…

¿qué bebé no encaja en estas características? A veces se dice que la utilidad del término

es tranquilizar a los padres y que no se sientan bichos raros. Pero… ¿Desde cuándo una

etiqueta como esta puede tranquilizar?, ¿no hace que pensemos, en realidad, que nuestro

hijo es diferente? Porque, si fuera normal, no necesitaría ninguna etiqueta, no?

Otras veces se dice que la utilidad del término es evitar que esos niños sean tratados incorrectamente,

dejados llorar y sin sus necesidades satisfechas. Pero es que este razonamiento podemos aplicarlo

a todos los bebés, demanden más o demanden menos. Con lo que, por mi parte, sigo sin

entender muy bien la utilidad del término… Yo personalmente prefiero hablar simplemente

de bebés. Y como mucho, puestos a etiquetar, antes hablaría de los bebés de baja demanda,

que son los que en realidad me llaman más la atención; serían esos bebés tranquilos,

cómodos, que no dan apenas guerra… Sería absurdo decir que esos niños no existen,

otra cosa sería la utilidad de la etiqueta, que probablemente tampoco sirviera de mucho.

El caso es que parece que Cada vez existen menos niños normales; antes había niños

movidos, despistados, activos, llorones, tranquilos…. Ahora los hay negativistas desafiantes, hiperactivos,

inatentos… y de alta demanda (ya sé que no hace referencia a un trastorno, pero tampoco

suena demasiado bien, parece que al niño le pase algo raro).

Desde mi punto de vista, para aliviar a los padres de estos niños no hay que decirle

que su hijo es de alta demanda, es más fácil explicarle simplemente que estas demandas

son normales. Ante estos comentarios, muchos padres “de bebés de AD” dicen que sí,

que ellos saben que los bebés son así, pero que si comparan al suyo con el hijo del vecino,

de su hermano o de su prima, el suyo demanda mucho más. Sin embargo, muchas veces ocurre

que están comparando a estos bebés supuestamente menos demandantes por la mañana en casa o

por la tarde en el parque, pero no a las 8 de la tarde cuando ya estamos todos en casa

y empiezan las horas complicadas. Así, la mayoría de los padres somos más conscientes

de lo que demanda nuestro propio hijo que de lo que demanda el hijo del vecino.

A veces me dicen que esto no se aplica porque no comparan con el hijo del vecino, sino que

están comparando con otros hijos propios. Y es verdad, si tenemos dos, o tres, o cuatro

hijos (como el Dr. Sears que acuñó este término), lógicamente tiene que haber uno

más demandante que el resto. Muchas veces este niño es el pequeño. Esto puede ser

porque efectivamente el pequeño es más movido o más demandante (que puede ser, ¿porqué

no?), ya sea por su propio temperamento, o porque las circunstancias le obligan a demandar

más para obtener en proporción similar a lo que obtuvieron sus hermanos cuando sus

padres estaban menos ocupados porque tenían menos hijos que atender. También puede ocurrir

que no sea más demandante que los hermanos mayores, pero que como estos también demandan,

para los padres la carga de trabajo que supone atender a los dos, tres, o cuatro hermanos,

resulte naturalmente más alta que cuando tenían menos hijos (y también menos años).

Y es que (parece ser que) el propio Sears reconoce que la etiqueta de AD depende más

del observador que del bebé en cuestión.

Cuando escucho este término, entiendo que detrás hay unos padres que se esfuerzan un

montón por darle lo mejor a su hijo, que no quieren dejarle llorar, que intentan cubrirle

sus necesidades hasta donde pueden… pero personalmente no me gusta mucho emplearlo

porque, aunque entiendo lo que quiere decir, no creo que aporte mucho, pone demasiado el

acento en el niño y me parece que se utiliza en exceso. Desde luego tiene haber bebés

más demandantes que otros, incluso deben existir algunos casos extremos que llevan

al límite a sus padres, pero cuando esta etiqueta se emplea para describir a más de

la mitad de los bebés, creo que ha perdido su razón de ser.

Y hasta aquí otra píldora de psicología...

Bebés de alta demanda: ¿tienes uno de ellos? Stark nachgefragte Babys: Haben Sie eines? High demand babies: do you have one of them?

Son bebés intensos, hiperactivos, agotadores,

que comen frecuentemente, demandantes, que se despiertan frecuentemente, insatisfechos,

impredecibles, súper-sensibles, que no se les puede soltar, que no se saben calmar solos,

sensibles a la separación… Hoy vamos a detenernos un poco en este concepto de los

bebés de Alta demanda.

¿De donde viene este término? En los años 50 y 60 algunos trabajos de investigación

determinaron que alrededor del 10% de los bebés tenían lo que se llamó un “temperamento

difícil”, otras veces se hablaba también de bebés llorones, quisquillosos, irritables...

Años después (1996) el Dr. William Sears (conocido por ser el padre de lo que se conoce

como “crianza con apego”) propuso un término más amable para referirse a estos niños,

a los que llamó bebés de AD. Él propuso una serie de características que son las

que actualmente se suelen citar para describir a estos niños.

Hace poco preguntamos acerca de esto en FB. Hicimos una encuesta a la que respondieron

3200 familias, de las cuales el 53% consideraron que tenían algún bebé de AD.

El caso es que lo que en principio se supone que se tenía que aplicar a casos más o menos

extremos (recordemos que en principio se refiere al 10% más demandante de todos los niños)

parece que ahora se tiende a aplicar a demasiados bebés. Bebés que son quizá, algo más demandantes

que el bebé “promedio” o “ideal”, de ahí el 53% de nuestra humilde encuesta

(ya sé que la muestra puede estar sesgada, no ser representativa, que no es un trabajo

científico y que se le pueden sacar muchos peros; pero también es verdad que no la han

contestado unos pocos conocidos, sino 3.200 personas). Además, también es destacable

que desde que teníamos unas 500 respuestas los resultados se mantuvieron sin apenas cambios

en este 53%.

Ante estos resultados podríamos preguntarnos… No serán los estos “bebés de AD” simplemente

bebés “normales”?, ¿no tendría más sentido hablar si acaso de los bebés de BD?

Porque en realidad los bebés son por naturaleza demandantes y lo que debería llamarnos la

atención es ese bebé tranquilito, que se conforma con la cuna o con el carro, que duerme

muchas horas seguidas y que cuando se despierta come y rápido vuelve a coger el sueño…

Estos bebés también existen, sin duda, pero son menos frecuentes porque desde el punto

de vista evolutivo, estos bebés estarían vendidos si no consiguen retener bien cerquita

a su madre siempre pendiente de ellos. Por eso, en la mayoría de las culturas, las madres

han ideado sistemas para llevar a sus hijos encima mediante pañuelos de diferentes tipos,

lo que ahora llamamos porteo.

La realidad es que siempre han existido bebés más tranquilos o de temperamento más fácil,

y bebés más demandantes o de temperamento más difícil. Pero quizá esta gran cantidad

de bebés de AD no se trate tanto de un fenómeno excepcional entre los bebés sino que sea

más bien algo relacionado con las expectativas que tenemos (o que nos han vendido) sobre

cómo deberían ser los bebés. El problema muchas veces, más que lo que

hace el bebé, son los mensajes que reciben los padres. Los padres de estos niños tienen

que escuchar demasiadas veces que es culpa suya el que el bebé reclame tanto, que lo

están malacostumbrando, o incluso que están fabricando un “pequeño tirano” (sí,

por increíble que parezca, aunque se trate de bebés de pocos meses, podemos escuchar

comentarios de este estilo). La realidad suele ser más bien que los padres reaccionamos

a las demandas de los bebés, sobre todo cuando no nos han hecho creer historias del tipo

que “llorar es bueno para que se ensanchen los pulmones” o que “no es bueno cogerlos

en brazos”. Si te ha tocado un bebé tranquilo de los que duermen mucho y demandan poco,

que también los hay, felicidades pero no suele ser lo más frecuente.

El caso es que recientemente en occidente se nos ha ocurrido que es una buena idea el

dejar a los bebés solos en sus cunas, en sus habitaciones, en sus carros, con sus biberones

y pensamos que “lo normal” sería que los bebés se acostumbraran rápido a estas

circunstancias. La cuestión es que estos cambios venían de la mano de unas pautas

claras en cuanto a la alimentación (5 o 10 minutos de cada pecho, cada 3 horas), sueño

(el bebé debe dormirse solo en su propia cuna, y a los pocos meses en su propia habitación)

y hasta de relación (hay que dejarles llorar, no hay que cogerles en brazos). Los bebés,

que no son tontos, en estas circunstancias llorarán lo que tengan que llorar, pero llegará

un momento en que si su llanto no es atendido, dejarán de hacerlo. Pero hoy en día, como

la mayoría de padres tienen claro que no quieren dejar llorar a sus hijos hasta el

agotamiento, resulta que muchos de estos niños reclaman (demandan) lo que quieren: brazos,

teta, atención de sus padres… Es obvio que cuando comparamos dos niños,

siempre habrá uno que será el más alto y otro el más bajo, uno el más gordo y otro

el más delgado, uno el más demandante y otro el menos demandante. Como actualmente,

en nuestro contexto tenemos pocos hijos (y pocos sobrinos y demás niños a nuestro alrededor),

suele ocurrir que comparamos entre estos pocos casos, y al que demanda un poco más que el

resto le colgamos el cartel de AD (que además suele ser para cada uno su propio hijo, no

lo vemos tan claro en el hijo del vecino). Más de una vez he escuchado que una familia

pensaba que tenía un bebé de AD, hasta que tuvo al segundo hijo y entonces “se dieron

cuenta” de que el bebé de AD no era el primero sino el segundo.

Y es que La definición de AD es lo suficientemente amplia para que muchos padres se sientan identificados

con ella. Ya lo decíamos antes: bebé intenso, hiperactivo, agotador, que come frecuentemente,

demandante, que se despierta frecuentemente, insatisfecho, impredecible, súper-sensible,

que no se le puede soltar, que no se sabe calmar él solo, sensible a la separación…

¿qué bebé no encaja en estas características? A veces se dice que la utilidad del término

es tranquilizar a los padres y que no se sientan bichos raros. Pero… ¿Desde cuándo una

etiqueta como esta puede tranquilizar?, ¿no hace que pensemos, en realidad, que nuestro

hijo es diferente? Porque, si fuera normal, no necesitaría ninguna etiqueta, no?

Otras veces se dice que la utilidad del término es evitar que esos niños sean tratados incorrectamente,

dejados llorar y sin sus necesidades satisfechas. Pero es que este razonamiento podemos aplicarlo

a todos los bebés, demanden más o demanden menos. Con lo que, por mi parte, sigo sin

entender muy bien la utilidad del término… Yo personalmente prefiero hablar simplemente

de bebés. Y como mucho, puestos a etiquetar, antes hablaría de los bebés de baja demanda,

que son los que en realidad me llaman más la atención; serían esos bebés tranquilos,

cómodos, que no dan apenas guerra… Sería absurdo decir que esos niños no existen,

otra cosa sería la utilidad de la etiqueta, que probablemente tampoco sirviera de mucho.

El caso es que parece que Cada vez existen menos niños normales; antes había niños

movidos, despistados, activos, llorones, tranquilos…. Ahora los hay negativistas desafiantes, hiperactivos,

inatentos… y de alta demanda (ya sé que no hace referencia a un trastorno, pero tampoco

suena demasiado bien, parece que al niño le pase algo raro).

Desde mi punto de vista, para aliviar a los padres de estos niños no hay que decirle

que su hijo es de alta demanda, es más fácil explicarle simplemente que estas demandas

son normales. Ante estos comentarios, muchos padres “de bebés de AD” dicen que sí,

que ellos saben que los bebés son así, pero que si comparan al suyo con el hijo del vecino,

de su hermano o de su prima, el suyo demanda mucho más. Sin embargo, muchas veces ocurre

que están comparando a estos bebés supuestamente menos demandantes por la mañana en casa o

por la tarde en el parque, pero no a las 8 de la tarde cuando ya estamos todos en casa

y empiezan las horas complicadas. Así, la mayoría de los padres somos más conscientes

de lo que demanda nuestro propio hijo que de lo que demanda el hijo del vecino.

A veces me dicen que esto no se aplica porque no comparan con el hijo del vecino, sino que

están comparando con otros hijos propios. Y es verdad, si tenemos dos, o tres, o cuatro

hijos (como el Dr. Sears que acuñó este término), lógicamente tiene que haber uno

más demandante que el resto. Muchas veces este niño es el pequeño. Esto puede ser

porque efectivamente el pequeño es más movido o más demandante (que puede ser, ¿porqué

no?), ya sea por su propio temperamento, o porque las circunstancias le obligan a demandar

más para obtener en proporción similar a lo que obtuvieron sus hermanos cuando sus

padres estaban menos ocupados porque tenían menos hijos que atender. También puede ocurrir

que no sea más demandante que los hermanos mayores, pero que como estos también demandan,

para los padres la carga de trabajo que supone atender a los dos, tres, o cuatro hermanos,

resulte naturalmente más alta que cuando tenían menos hijos (y también menos años).

Y es que (parece ser que) el propio Sears reconoce que la etiqueta de AD depende más

del observador que del bebé en cuestión.

Cuando escucho este término, entiendo que detrás hay unos padres que se esfuerzan un

montón por darle lo mejor a su hijo, que no quieren dejarle llorar, que intentan cubrirle

sus necesidades hasta donde pueden… pero personalmente no me gusta mucho emplearlo

porque, aunque entiendo lo que quiere decir, no creo que aporte mucho, pone demasiado el

acento en el niño y me parece que se utiliza en exceso. Desde luego tiene haber bebés

más demandantes que otros, incluso deben existir algunos casos extremos que llevan

al límite a sus padres, pero cuando esta etiqueta se emplea para describir a más de

la mitad de los bebés, creo que ha perdido su razón de ser.

Y hasta aquí otra píldora de psicología...